Calles

La calles tienen otros lenguajes, no son los  mismos códigos que dominas en la comodidad de tus altanerías.

Ellas son diferentes, silenciosamente peligrosas, pasillos que tal vez no tendrán salida. Una vía sin retorno, las veredas crujen en el pavor nocturno.

Aún el más audaz debe sospechar del viento a su favor, no hay quien pretenda tener la mano sobre ellas, el juego es sorpresivo, las apuestas de ganador no sirven en la realidad de sus desaciertos.

Muchos las transitan rápidamente sin querer detenerse, las pausas son costosas, un valor que puede no tener el saldo para costear la vida del que teme el estruendo de los faroles que se apagan poco a poco con el paso del timorato que ruega en su alma el poder sortear la tormenta de las avenidas. 

Muchos quisieron domar al indómito mundo, el subterráneo no es posible subirlo a las superficies, ahí estarán porque estarán por siempre en el lugar que recibieron como parte del destino. 

Gritos, sectores de alta descarga, noches angustiantes experimentan aquellos que tratan de no ahogarse en el mar de los violentos. 

Sonidos que a lo lejos se aproximan al oído de los transeúntes que eluden los riesgos de las veredas, sirenas suenan para alertarnos que las garras nocturnas han cumplido con el cometido, acechando a los escurridizos mortales que aterrados van al escondite del mañana, esperando que el riesgo sea pausado en el sombrío sueño de los asustados personajes de la ciudad. 

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