Hablar sin nadar

Hablamos de amor y condicionamos el perdón.
 
Hablamos de reconciliación y nos negamos a experimentar el hermoso abrazo de la restauración.
 
Hablamos de perdón cuando no sabemos ejercer el amor.


Hablamos de la paz y no queremos bajar las armas del ingobernable orgullo, que nos separa en cada momento, levantando murallas entre nosotros y los otros.


Hablamos de cuerpo o sentido de pertenencia, pero vivimos en la constante desfragmentación del individualismo.


Hablamos de la luz, cuando nuestras conciencias se encuentran entenebrecidas.


Hablamos de luz, cuando  estamos sin electricidad, queremos iluminar al entorno, pero no podemos ver ni la punta de nuestras narices.


Hablamos de lealtad, pero al cerrar los ojos ya nos estamos engañando. La infidelidad es el mejor momento en el paraíso de los infieles, en donde las promesas son llevadas por el ventarrón de las conveniencias.


Hablamos de la lengua y con ella envolvemos al que nos rodea, nuestra saliva lo despedaza, afectando cada afecto que lentamente se vuelve inexistente e infértil. Nuestras palabras bien hilvanadas afirman el mal aliento de las intenciones.


Hablamos de amar ante la verdad de no hacerlo, tan mal explicado, perdido se encuentra en los callejones donde son lanzados los desechos. Tan virtuoso es, tan noble y sencillo que convive en el ser de los honestos caminantes de la luz.


Hablamos de la amistad ante la fría realidad de no saber hacerlo, ¡amigos! De qué trata todo esto, algún día seremos capaces de distinguirla entre tanta fanfarria o dulces golosinas.


Hablamos del cristianismo como un hito en la historia, pero que lamentablemente no forma parte de la nuestra. 


Hablamos de Cristo, lo enseñamos con tanta precisión, pero precisamente no logra visualizarse entre aquellos que conviven en la causa del mismo.


Hablamos de la obra de Cristo, del amor que esparció fielmente hasta la cruz, pero infielmente no hacemos su voluntad nuestra razón de vivir.


Hablamos de Su sencillez alejados de ella, vinculados a la altivez donde se diluyen nuestras erróneas interpretaciones de la piedad.


Hablamos de la misericordia cuando en la realidad de la vida miramos al lado ante el dolor del desvalido.


Hablamos de las Solas, cuando en verdad ni una sola es vívida en certeza.


Hablamos de reforma, ante la pasividad del corazón que se ha conformado al conformismo.


Hablamos de humildad cuando yace en la planta de nuestros pies de aproximadamente quince kilómetros de largo.


Hablamos de pureza cuando lo primero que hacemos es juzgar o prejuzgar la virtud del otro.


Hablamos de verdad como un mero concepto, el cual es reducido a una explicación, pero nuestras prácticas son una constante negación a su realidad.


Hablamos de la nobleza del servicio frente a la carta y amable garzón que atiende nuestro anhelo de ser servidos.

Hablamos, hablamos y volvemos hacerlo, sería bueno sin tan sólo nos callaremos por una milésima y comenzaremos a vivir todo lo anteriormente hablado. 

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