Soñadores


Soñar no cuesta nada, qué hermoso es hacerlo juntos.


Tantos espacios imaginarios, infinitos proyectos que  hemos bosquejados una y mil veces.

Ir y volver, dándonos cuenta que sencillamente nunca lo hicimos, pero el momento de esbozarlos nos permitió tomarnos de las manos y entregarnos a lo hermoso que es cerrar los ojos ante los afanes que nos duermen. Una y otra vez viajeros en la máquina de los sueños.

Despertar juntos en el mundo paralelo de nuestras expediciones no tiene igual.

Soñadores que han llegado al centro de la Tierra y unidos en mente e intensiones han recorrido galaxias creadas.

Conversar entre sonrisas, construir lugares y luego aterrizar a la realidad no es forzoso, ni doloroso, porque la ocasión no tiene igual en las fatigas de un mundo convulsionado.

Soñar y recorrer pasillos, degustar de ambientes, conducirnos en las vías de las ilusiones, caminar entre pasillos históricos es fabuloso, aunque sea sencillamente en el sillón que nos ha transportado a tantos e inigualables viajes.

Comprar, vender; tener o dejar, dibujar y diseñar habitaciones, colores y formas, fragancias y texturas, un mundo de relatos que gozamos en nuestro trayecto a la infinidad.

Caminar cuando el sol se esconde, observando como nuestras sombras se difuminan es otra causa para volver a imaginar.

Mirarnos y contemplar lo único de esos surrealistas recorridos que conducidos van por la autopista de la ficción, es una sonrisa que cubre la inmensidad del horizonte, el cual no es una barrera de  nuestras interminables travesías.

Cuando los presupuestos no son murallas para adquirir los castillos medievales, no importa si nunca lograremos cruzar la ruta de la seda, tal vez no podamos navegar en los canales de la bota itálica, pero los boletos al periplo siempre estarán disponibles en nuestros corazones que han aprendido a disfrutar de los ojos que brillan en el transcurso de nuestros épicos relatos del ir.

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