Estaciones
Vivaldi nos armoniza con sus melodías, dulces violines nos invitan a disfrutar los tiempos, las estaciones nos acompañan, ellas permanecen y nosotros nos vamos.
Encantos fluyen a través de sus notas, que intensamente endulzan nuestros oídos, nos hacen danzar en las nubes, los girasoles son mas hermosos, iluminan el campo, se abren para dar la bienvenida a un nuevo comenzar.
Ellas están, nosotros pasaremos, seguiremos de largo en el curso de los ciclos. Confinados al destino de los hombres, aferrados a la belleza de las estaciones, pero sin poder estar un minutos más en ellas.
Cuando lo hermoso es honrado, cuando se destacan las virtudes. Cuando lo realmente es reconocido por lo que es; la objetividad se hace presente, llamando la atención de todos aquellos que han perdido el sentido de lo real.
La belleza del Invierno es incuestionable, la paleta de colores es innegable en la primavera, el rocío que nos humedece en el Invierno es deseado por las tierras que anhelan sus sonrisas húmedas, cómo ocultar el encanto del Verano, cuando el sol brilla en toda su magnitud y las cálidas noches nos recuerdan que somos abrigados en su calor.
Secuenciales van sin separarse, necesarias e irremplazables, permanecen en la vida, regalándonos sus imponentes variaciones, las hojas son llevadas a la transición del desgaste, donde las hormigas trabajan arduamente para resguardar las provisiones de la siguiente esquina.
Una detrás de la otra, funcionan desde el origen y rigen los tiempos en que los mortales trabajan en pos del movimiento del sol y las sombras.
Nacen, fluyen las flores y otras se despiden, capullos cerrados, especies nutridas, corren los momentos y progresan los desprendimientos.
Exuberancia de sonidos, llamados al enamoramiento, cantos que conllevan uniones, proceso de procreación, abundancia de nutrientes, donde cada especie disfruta del mejor de los banquetes.
Frío evoca al calor, lluvia lleva al barro, sol que nos invita a buscar la sombra. Desgaste y variación de los colores; donde los pétalos se tiñen de tonos cálidos, quebrajados llegaran al suelo y desde ahí partirán al olvido de lo caído.
Vientos tibios, brisas acaloradas, valles enfriados al silbido del distante frío. Flores que se despiden, cerrando sus corolas, alentándonos a esperar el nuevo proceso de las estaciones.
Los nubarrones corren el telón, invitándonos a maravillarnos con el esperado atardecer.
Silbidos, cantos y armoniosas melodías que dan la bienvenida al día, convidándonos a disfrutar la dulzura de la primavera, contrabajo que armoniza el mover de los pájaros, convocados son al firmamento, colibríes que velozmente nos enseñan sus destrezas, encanto de lo inteligentemente creado.
Praderas inundadas de texturas florales, que duran lo suficiente para contemplar lo bello que hay escondido en el suelo, esperanza que espera el momento para mostrarse y deslumbrar con su detalles armónicos de los pétalos, formar nuevos espacios, crear nuevas realidades y preparar aromas que invaden los paladares.
Los árboles son llevados a la sonrisa cuando logran ver la dulzura de sus frutos.
Las aves lo saben, sientes su presencia, disciernen sus pasos, escuchan desde lejos como se avecina la siguiente peregrinación, el día cambia, la luz del sol tendrá una degradación.
Conjugación perfecta, tiempos establecidos, ordenados sus momentos, la escena cambia rigurosamente, permitiendo el ingreso del principal espacio, calor que abraza, follajes caídos, semillas sedientas, llovizna, lluvia y nieve se abren al paso; condimentando el renacer de los tonos verdes, intensos azules, fogosos rojos y encendidos amarillos.
Deshielos, afluentes que sacian la sed de las especies, danza que esperaba el son de las armónicas jugadas del violoncello, que sin más preámbulos logra despertar a las flores, desierto que revive al humedecer sus tierras.
Mariposas qué levantan sus alas, bañadas de metálicos colores, cautivando los ojos del que observa los procesos inequívocos de las estaciones.
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