Hablar por hablar

Cuando hablamos sólo hablamos, entonces somos llevados cerro a bajo, deslizados en un precipicio  sin fin, hablamos sin mirar lo que narramos, hablamos sin escuchar nuestras palabras, relatamos desde la ceguedad, no escuchamos porque no queremos hacerlo, porque la verdadera razón se centra en la necesidad del egoísta de expresar su egoísmo. 

No hay pausas, no existen parámetros, tal torrente del desenfreno, cuya erupción del volcán que destruye todo a su paso, la saliva inflamada, como una nube tóxica que contamina el ambiente, que daña los pulmones de los mortales indefensos que emanan de las mismas entrañas del abismo, el centro que arde sin poder ser apagado, ¿Quién podría apagar el incendio del hablar por hablar?

Es un deleite expresar las ideas, bueno no sé si llamarles ideas, tal comentarios desprovistos de objetividad, sostenidos en el aire, vacíos en el vacío, ¿Qué hay en ello?

Hablamos desprovistos de la conciencia de crear realidades o afectar el curso de ellas, dibujamos contradicciones, mentimos con espejismos formados por palabras, frases u oraciones faltantes de perfectas conjunciones, articulamos incorrectamente las narrativas de las lenguas que fraguan mundos paralelos, realidades ficticias cargadas de irrealidades mal intencionadas.

En consecuencia desde la inconsecuencia de nuestros discursos discursivos, crudos e inverosímiles en cuanto a la veracidad del andar en la verdad. Precaución  del hablante que se detiene al cruzar, que mira en todas las direcciones antes de pasar de un lado de las palabras al frente de las conversaciones.  

Pasos al surco del paladar que se deleita en las fragmentaciones del debate sin sentidos ni objetivos de crecer en la capacidad de escucharnos, validarnos, respetarnos en los cruces de nuestras versiones. 

Parafraseo de las realidades, negación de la verdad, desgastes de las intenciones que escondidas expresan las verdades, que suavizan las absolutas vertientes de mis, tus y nuestras voluntades. Mostrar, enseñar o negar, jugar con los sentimientos, manejar las emociones con la construcción de discursos que sostienen la externalización de muestro universo interior.

¿Por qué?, pienso en el seguimiento del curso de las palabras, ¿Dónde llegarán?, ¿Dónde quiero qué lleguen?, no existe una comunicación sin intención de comunicar, comunico aquello que quiero comunicar, intencionar aquello es que es la intención de aquel que tiene un objetivo de saber expresar su intención. 

No existe un accidente en aquello que se intenciona, es decir, lo dicho es la verbalización del objetivo del emisor, responsable de estimular emociones, provocar reacciones, convocar sentimientos, activar o paralizar estados. Verter el ácido al recipiente, vaciar los desahogos del tóxico llanto del alma en penumbras que vaga por el oscuro mundo de las violencias verbales. 

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