La distante soberbia
La soberbia gobierna nuestros corazones, espejo de conductas que nos evidencian enseñando lo que en realidad somos.
Todo lo que sube tiene que bajar, pero lamentablemente no todo lo que baja se vuelve a levantar. Ni necesariamente lo que sube cae para aprender a mantenerse en humildad.
El peligro esta en ponerse de pie y luego presumir del acto, inflar el pecho e inundarlo de arrogancia es tan fácil como inhalar oxígeno a los pulmones.
Torres altas, edificios portentosos, elevación del suelo para exponer grandeza, es la necesidad del necio que se alimenta del viento, que construye en cimiento de nieblas.
¿Qué es la humildad se pregunta la humanidad? Mirándolo con desprecio, concepto mal entendido, porque esta mal definido.
Hombre ciego de la razón que piensa en deslumbrar con lo opaco de las tinieblas, falsedad en lo que brilla ante los ojos del no vidente, quien cegado por la altivez pretende abrazar el sol sin quemarse.
Arropado del vacío que se encuentra en lo meramente superficial, corriendo en la dirección incorrecta, comunica su falsedad, llenando espacios con artefactos que estéticamente carecen de sentido, contenido y reflexión.
Quien esconde su miseria detrás del disfraz que paraliza a los observadores, que fijamente ven desfilar la última moda del altivo modista, el cual alimenta el ego de quienes absorvemos el ridículo acto de validarse por el desprecio del arrogante.
Pasarelas de vanidades, lo profundo nos asusta, corremos a lo instantáneo aquello que no toma tiempo ni esfuerzo. Todo rápido ahora ya, pero la pausa nos estorba para correr a la necedad.
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