La silenciosa decadencia
La decadencia es un desgaste, un tenue descolorido, un proceso que silenciosamente comienza en el corazón; no es un evento del momento o espontáneo, no tiene relación al movimiento telúrico, que dé un instante a otro todo lo mueve, quiebra o saca de lugar.
La decadencia es un pasar del paso, tal erosión que cobra efecto en el mover del tiempo, lo visto en el presente tiene su data en el ayer, tal termitas que silenciosamente carcomen los cimientes de la casa, socavando la estructura que sin darse cuenta esta debilitada, que sorpresivamente caerá, cediendo a la presión del peso. Esto no será sino el efecto de un proceso lento, muy lento que no fue observado porque no se detuvo el ojo en la noble tarea de ver lo determinantemente importante.
La sistemática tarea del óxido que afecta los metales, que invencibles van por las piezas, conjuntos y estructuras, dan la impresión que nada ni nadie los afectará, en secreto el ácido va carcomiendo la fuerza del que sostiene, destruyendo sus fuerzas, las cuales serán teñidas de un mortal tono rojizo, verá su irreversible labor en la separación del elemento.
Las raíces no se pudren en el segundo, trayendo consigo la asfixia a las hermosas plantas, pudriendo la belleza interna de lo externamente sostenido, por mucho o por poco cualquier modo será causal en el desprendimiento del sostén del elemento, el cual fragilmente es aferrado a la existencia.
Decadencia de las partes, muerte del todo.
Decadente sonido, debilitado movimiento, decayendo el fuerte aroma del sentido pétalo del saber, flor del conocimiento abatido por el empuje de la negativa realidad de lo cierto, desconcierto del ser, desgaste de lo hermoso, subjetividad de lo objetivo, ¿qué es cierto en lo incierto? ¿Qué es verdad es la era de la negación?
Muralla desgastada, pintura quebrajada…
Fruta podrida quién lo diría, ¿cómo llego a ese estado?…
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