Esperanza anhelada
Esperando nos encontramos, esperando con ansias estamos, esperamos con alegría aquel día en que Su Luz brille más que la luz del Sol.
Esperanza que marca el horizonte, bordeando de colores los corazones esperanzados en su resplandor del mañana.
Brazos abiertos, manos aferradas, corazones ilusionados en la realidad que inundará todo espacio y lugar, regando de virtud la creación con el esplendor de su santidad.
El momento termina y aquí estaremos fijamente anhelando el gran momento de nuestro encuentro.
Las olas van y no volverán, las aguas se recogen con el tiempo que no tiene apuros en seguir su curso, las ansias deben sujetarte al contentamiento de que en cualquier momento sucederá y mientras tanto nuestros corazones se aferran a la promesa que nos sostiene en la dulce brisa del mañana tal vez será.
Un nuevo día que vuela a los brazos de Su hacedor, un mar que alimenta de belleza el perfecto cuadro del atardecer.
Viento que acelera su presencia, haciendo sentir en nuestros rostros que buscan la calidez, abrigándose de la ferviente aspiración de querer conocerle.
Crepúsculo intenso, fuerza en llamas inmensas que incendian los cielos, apagando la frialdad del estar sin esperanzas de ser hallados en los brazos de sus promesas.
Esperanza que alimenta el levantarse, fe que nos empuja a caminar por las marcas de sus sendas, certidumbre que envuelve nuestros sueños de saber que en algún espacio del porvenir le veremos tal como es y no habrá sutil tiniebla que pueda cubrir la grandeza del Padre de las luces y lo sempiterno de su poder.
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