Creyentes
¡En qué crees!, ¿Por qué lo haces?
¿Quién lo dijo? o ¿para qué lo dijo?
Moverse en base a los ideales, es creer aquello que se pensó en el ayer.
Ser libre de hacer en lo que se cree, es básicamente ser un creyente de sí mismo, ser lo que sé es, fruto de lo que se creyó.
Quien niega su fidelidad al pensamiento, niega la existencia de la propia razón, ser o no serlo es la base de lanzarse por aquello que acepto como verdad.
Seguir caminos que fueron transitados, es creer que aquella es la senda por la cual alcanzaremos el bien anhelado.
Tomarlo o dejarlo es creer que se hace lo correcto.
Votar o sufragar por alguien es una de las mejores expresiones de que todos creemos, aunque se ofusque él que cree que creer es abstracto y un manifiesto del vacío.
Levantar el teléfono para ver el pronóstico del tiempo es descansar que aquella probabilidad es cierta, ¿crees?
Ir a una manifestación, alzar los brazos, cantar consignas y alinearse a otros en las marchas es la práctica religiosa de los creyentes.
Cuando leemos recomendaciones ¿qué hacemos? Descansamos en las palabras de otros y entonces, nos volvemos creyentes devotos de los comentarios que sólo existen en el mundo virtual.
Se niega lo absoluto, pero se cree en lo incierto, se niega la fe, pero se abraza el subjetivismo. No hay manera de escapar del mundo de los creyentes.
Negamos la Biblia, creemos en una explosión de quien nadie tuvo registros presenciales y abrazamos los miles y miles de millones de años y negamos la verdad que todos creemos.
La religión tiene matices y quienes no lo aceptan creen de todas formas en algo e inclusive el negacionismo que abraza sus oposiciones conceptuales.
Firmar un contrato es creer, no hay siquiera un pobre mortal que pueda decir que en nada cree, porque aún su pensamiento es concluyente y comunica lo que íntimamente cree.
Discursos aplaudidos, palabras aceptadas.
Cuando opinamos de alguien es externalizar lo que creemos de aquel, la vez que negamos la existencia de Dios postulamos abiertamente lo que creemos de Él.
Burlarse del creyente, es tomar un espejo y reírse de sí mismo.
Rechazamos la cruz, pero abramos los manifiestos, el rojo se torna la brújula para construir sociedades, ideas, conclusiones o pensamientos se convierten en las directrices del presente, nos movemos en pos de aquello que creemos.
No hay incrédulos, la orbe transita en medio de creyentes que adulan dulcemente sus religiones.
Comentarios
Publicar un comentario