La negación del reconocimiento
Es necesario aprender a validar el reconocimiento, armonioso paso para crecer.
El gran paso para madurar es pensarse, juzgarse e intentarlo.
Mirarse en vez de buscar desviar la atención en las manos del otro.
No fui o fui tal vez, ¡lo hice porque es su culpa!, qué frase más oscura.
La tendencia es responsabilizar a quienes nos rodean.
Las malas acciones son consecuencias de malas intenciones.
Concreción de malos deseos, recolección de sufrimientos.
Gatillo disparado, voluntad ejercida.
Asumir sin mirar al lado.
Guardar silencio, dejar que fluya el curso del tiempo, estrategia para apagar los incendios, sin embargo, el eco de la conciencia jamás será silenciado.
Ojos que escapan de la observación que analiza las realidades.
Evadir la realidad, esconderse en la oscuridad, en densa bruma que oculta caras.
Destruir las preguntas que dan con las evidencias, gritar, o golpear las letales armas del pusilánime actor.
No se llega al puerto de la resolución, sin navegar por el mar de la dignidad.
¿Vale la pena negar la verdad?
Negación, miedo o cobardía.
Valor fundamental para una verdadera resolución.
Equivocarse es normal en este lado de la vida, rechazarlo no debería serlo.
¿Por qué escapamos?, ¿Cuál es la razón de evadirlo?, ¿Quién nos enseño a escondernos?
Afirmando la honestidad, sustentando la paz.
Asumiendo nuestras responsabilidades.
Aceptar, es el acceso al lago de las oportunidades, aguas quietas que traen descanso después de la tormenta.
Siempre será la salida del escapista, mover su cabeza para desmembrar la raíz del problema.
Acusarse mutuamente, querer compartir las consecuencias es parte del mal actuar de los deshonestos.
Dejar que otros sean enlodados y guardar silencio es el placer de los cobardes.
No hay un sincero arrepentimiento, sin un genuino reconocimiento.
Escarbar razones más allá de la punta del pie es falta de honestidad.
Engañar la construcción del autoengaño, débil habitación que tras el soplido de la justicia debelará las caras ocultas, maquillaje discurrido que enseña lo vilmente fingido.
Ilusionistas que siembran desilusiones, lastimando la credibilidad, desgastando las confianzas y derribando los sinceros afectos.
Odiar la certeza, aborrecer la autenticidad; comprar falsificaciones es la jornada ideal de quienes flotan en las incertidumbres del fraudulento mar de los desechos plásticos.
Negar rama extendida de la mentira, esconderse detrás de las cortinas acción intencionada que rechaza las virtudes del amor.
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