Silencio


Perdido en el espacio, sin poder descansar, una mente que viaja sin detenerse. Las pausas no existen en la pauta del agitado que corre en su interior, no hay momentos para estancarse, aunque sí los hay, los encuentra en los lapsos de impresiones de aquellos momentos del asombro.

Voy y vuelvo, vuelvo y voy, correr, huir del espacio de los ruidos, de los gritos, golpes  disarmónicos. 

Los sonidos bien hilvanados que como una pieza de un telar que simétricamente se mezclan para formar una obra magistral de la coordinación cerebral. Es la experiencia de oírlos en la quietud del silencio. 

Huir del escándalo, que no conoce de la paz, que se resiste al llamado de convivir en la armonía del silencio. Los mortales no lo quieren entender, gritar y entorpecer la belleza de callar las bocinas del estruendo fútil de los simples, que se deleitan en los desenfrenos de las risas que fluyen del pozo de las incoherencias.

Oscuro rincón, pasillo con tenue luz, iluminación que decae con el pasar del viento, desgaste de la espera, que corre para no caer en la desesperanza que ahoga el suspiro del mortal, cuando vagamente intenta flotar en la tierra movediza. ¿Quién podrá sostener los pilares de su causa, en la base del humedal?, son suficientes los junquillos en la tormenta, aferrarse a lo insustancial no tendrá validez en el vuelo sin alas.

¿Quién podrá entender la necesidad del reposo?, agobio, presión al confort del entretenimiento flatulento, vacío en consistencia que recorre los rieles de la vaciedad. 

Quienes paran de hablar podrán disfrutar del arte de escuchar, quien vive en la aguda verborrea solo dice lo que nada dice, ¿qué dice?, es la pregunta que se plantea irónicamente, hablando solo por hablar, sin buscar nada en la nada, vacío en el vacío, luz en la absoluta oscuridad del pensamiento silenciado y oscurecido por las voces de la ignorancia.

Potencia en los aullidos que invaden los oscuros instantes del dormir, invadiendo el reposo del estresado habitante que recorre la ciudad del griterío, las calles aterrorizas por las ondas del grito, se dispara el eco, sonido de las sirenas que con urgencia dejan su estela al pasar, balazos que retumban el alma del que se aferra a su descanso, no quiere ser arrasado por el susurro del dolor. 

De cerca y lejos el llanto del angustiado, la risa desmedida del escandaloso que sacude la tierra, replicando su libertad en la condena de aquel que no puede descansar.

Silenciado el silencio, ahuyentarlo es la tarea de los violentos, ¿quién puede escucharlo?, se puede disfrutar de las piezas de las aves, la perfecta interpretación de los pájaros en el amanecer, ellas corren de la masa que aplasta sus armónicas notas, altos, bajos, agudos y graves se comunican al paladar que extasiado solo aplica al suplicio, del ¡por favor!, volvamos a la quietud, mundo convulsionado que cae en pedazos, quebrajando  los espejos del reposo.

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