El destino y las letras
El tiempo los encontró, no fue una obra de la mera casualidad hallar la belleza de la escritura, momento intenso, apasionado entre los verbos que conjugaban las emociones que dictaban las acciones y los estados del hallazgo.
Sus destinos estaban fijados, entonces no fue un accidente, esa fijación entre las ideas, lápices y hojas, se convertirían en piezas irrenunciables de su existencia escrita. Conducidos en rutas que llegarían al mismo puerto.
Atracción irresistible que unió el verso con la virtud, intención de comunicación manifestada, necesidad de expresar lo sentido, palpar desde las letras que conforman extensas oraciones que nos llevan al segundo de vernos en ellos, reflejos que nos vinculan con lo narrado.
El teclado se convirtió en la extensión de su mente, uno en vez de dos. El puente entre sus anhelos expresivos, ver como la hoja se llenaba de letras danzando en pos de la narración, ¡qué emoción ver su interior reflejado en la pantalla!, espejo de sus sensaciones, canal donde puede flotar con absoluta tranquilidad, disfrutar del disfrute, feliz de serlo, leerlo es dejarse llevar por las corrientes de la profunda satisfacción.
Los años fueron madurando las tintas, dando forma a las formas y forjando las armónicas composiciones literarias.
Escribir un espacio permito, libertad de plasmar la realidad de los pensamientos. Visibilizar lo inanimado, concretar lo abstracto, dar sentido a la imaginación, esculpir la creatividad con la interacción de lo observado.
Dejarse llevar en las plumas que tiñen las hojas de una inmensurable imaginación, hojas que dulcemente se convierten en páginas.
Letras sueltas que se unen en pos de frases, invitando a los irremplazables verbos que sazonan los tiempos, dando los movimientos en las necesarias oraciones del relato de las acciones.
Detención para buscar todas las posibles posibilidades es una fase, antes del horno se encuentra la unificación de los ingredientes. Extraños que se vuelven cercanos, piezas del ensamble escrito. Sentirse vinculado, invitar a un viaje, parar en modo reflexión es la pieza del que gusta de leer lo comunicado.
Aunque no compone por presiones, necesita inhalar las experiencias y exhalar los trazos de la composición gráfica.
Relación que fluye en la naturalidad del trato, afectos, admiración profunda, valor en cada intento, cercanos en todo tiempo, no hay espacios para separarlos, convocados a transitar hasta que el pensamiento muera, donde la hoja no sienta el reposo de las letras en sus texturas, unidad que gozará de perpetuidad.
Viajar en las profundidades del pensar, diseñar irrealidades o vestirse en la concreción de lo real, es parte del juego que fragua el constructor de relatos.
Abrazarse en los brazos de la creatividad es inmensamente fructífero, navegar en los caudales de la invención es perfilar los infinitos bosquejos que vienen a la mente, un estallido de letras, palabras, frases y oraciones que fluyen por el manantial de la productividad.
Inspiración que florece con cada abertura de los ojos, no existe el sin razón, todo es nutrición para comenzar a bosquejar narrativas, alimentarse de las situaciones que se experimentan desde la galería o en medio de la cancha como protagonista o sencillamente como un testigo de las alegrías o desgracias de aquellos que bordean nuestras sombras.
Aromas, olores, sonidos, ruidos, texturas, sombras, colores y variaciones son algunos de los componentes que permiten preparar un buen texto. Sazonando con vivencias, generando asombros, risas, silencios, empujando la manifestación de las diversas emociones que reflejan la involucración del consumidor de las sopas de letras.
Inseparables compañeros de las luces y sombras.
Comentarios
Publicar un comentario