El errante buscador de perdón
¿Quién a experimentado el eco de la culpabilidad?
Tormenta que asecha con vehemencia, golpeando continuamente lo que logró mantenerse en pie por tanto tiempo, ¿siempre lo estará?, es una excelente pregunta antes de retomar el pulso de la pluma.
Levantarse con esa angustiante sensación de ser hallado culpable, es como tener una cuerda en el cuello que lentamente asfixia al reo de sus malas voluntades, ¿quién podrá zafarse de sus propias huellas?
Convivir con ella es insostenible, piedra atada al cuerpo que sumerge sin poder desatarse, inundando las vías respiratorias de una desesperanza que ahoga la vida del presunto autor.
Pobre condenado que ve como la luz del sol se esconde en las profundas y oscuras aguas del castigo. Los destellos desaparecen quedando ocultos detrás de las grandes siluetas de la culpabilidad.
Una extraña experiencia de estar dormido pero con la conciencia despierta, realidad que se convierte en una pesadilla. No es posible despertar, arrancarse la piel y esos pensamientos que raudamente agreden la sufriente existencia del desterrado imputado.
Es mejor cerrar los ojos y no volver al mundo de los recuerdos tortuosos del ayer mal engendrado. No siempre se podrá evitar la mirada de la razón, tratar de observarla será complejo para quien no puede levantar su cabeza por el peso de la responsabilidad.
Ni la tierra, ni el cal podrán cubrir el sol de los desastres, incendio que no puede ser apagado.
Rotulado con la serie del antisocial, engrillado al castigo de aquellos que no perdonarán lo que tanta lamenta haber cometido, camina sin consuelo en el valle de las sombras, donde le espera la ciudad abandonada.
El destierro es su paradero, sin marcha atrás correrá al fin de sus suspiros.
No hay manera de sacarse del cuerpo las cicatrices de la caída, vivirá con las secuelas, como quién convive con los efectos de un desastre nuclear.
¿Quién cree su arrepentimiento? Llorar con dolor, angustiosa espera que esperar.
Dudan de sus palabras, sus acciones no tienen sentido a los sin sentidos.
Las evidencias de su pronta reacción no son validas en el mundo de las piedras con sonrisas.
Increpado hasta el cansancio, si lapidar fuera una opción ya habría sido utilizada, equivocarse en base a lo que solía parecer justo fue su gran pecado.
Ruega por clemencia, pide asilo en los brazos de los que suponen amar, pero encuentra vacíos que agudizarán su insostenible abandono.
Manchas que son apuntadas, dudas o sospechas recaen sobre sus hombros, ¿cómo huir de la prisión?
Como leproso es sentido, cómo un paria es tratado, ¿Quién querrá su compañía?
Credibilidad fulminada, el perdón es pausado por aquellos que profesan el don del amor, ¿Qué sentido tiene ser lo que no es?
Aún sus versos en lágrimas son juzgados, ¿De qué manera evidenciar sus honestas oraciones?
Seguir el paso, escapando de las sombras que ahogan sus ganas de volver al sendero del perdón.
Abrazos fríos, corazones congelados que no entienden la práctica de la bondad.
Desorientado en medio del trayecto, errante buscador del perdón será algún día perdonado, beberá del agua que sacia la sed y su alma será alimentada de la esperanza bienaventurada.
¡Perdón! Grita su alma angustiada, como peregrino que carga con una pesada mochila, así deberá continuar su caminar hasta encontrar el reposo en los delicados pastos de quien no tiene relación con el odio, ni el desprecio de quien no sabe amar.
Las palabras y desprecios se vuelven cada vez más fuertes, su endeble resistencia decae y abatido muere lentamente ante los ojos desorbitados de sus acusadores.
Finalmente, encontrará la paz que obsequia el desinteresado perdón.
Comentarios
Publicar un comentario