Pobres y pobrezas


La pobreza existe en varias formas, diversas expresiones y conductas, ella convive entre las civilizaciones más desarrolladas o soberbiamente en las estadísticas del progresismo ¿podemos escapar ella?


¿Cómo podemos disimularla? De qué manera se puede esconder de la realidad que nos golpea violentamente en nuestros progresos estadísticos. Sus manifestaciones son tanto cualitativas y cuantitativas, el error es solo categorizarlas en los ámbitos económicos y creer que podemos escapar de ella con un cero más en la cuenta.


¿Qué significa ser pobre?, ¿Cómo se logra o adquiere esa categorización? Será una maldición o tal vez una delicada virtud. Puede acaso un rico ser un pobre o un miserable ser un distinguido millonario. 

De qué forma sea logra salir de ella, es una condena o una situación momentánea.


Ella avanza lentamente en medio de los que se visten de una riqueza que no conoce de raíces y que vehementemente abandona aquellos que piensan que un logo les posiciona en otros niveles sociales, ficción que no nutre el sentido profundo de la felicidad, por lo cual empobrece absolutamente al pobre.


Hay pobres de afectos, que sólo piensan ensimismo y olvidan que forman parte de un engranaje mayor, negándose al sentido que nos hace entender que el bienestar individual no podrá jamas desprenderse del plano colectivo.


Pobreza es no querer escuchar, despreciar un buen consejo, miseria es verse en el suelo y rechazar las manos que con tanto amor intentan ayudarle, colocarse de pie con la ayuda de otros, es un acto de humildad, reconocerse que no siempre se puede en base a las propias fuerzas, porque ellas en ciertas circunstancias de la vida no serán suficientes. 


Penurias que viven detrás de los bloques de concreto que ocultan violentamente la dramática vida de los habitantes que a diario conviven con la diversas expresiones de la miseria.


Espacios escasos que no inspiran libertades, privados de un dormir, alejados de una buena nutrición, donde las adicciones empobrecen a los que inhalan necesidades y exhalan tristezas.


Llamadas que intentan expresar auxilios, gritos que rápidamente se convierten en llantos, dolores que quiebran los anhelados suspiros que permiten seguir soñando con los apreciados instantes de quietudes en el descalabro social. 

No hay pausa para profundizar las paupérrimas condiciones en que se hunden los pobladores del charco olvidado.


Dejados en medio de las peores tormentas, cubiertos de plásticos que no evitan el ingreso del distante frío que congela las intenciones de proseguir y salir del peligroso territorio, donde muchos no fueron capaces de escapar de los laberintos sociales, oscuros, complejos y descuidados.


Ahí están, aunque los quieran esconder detrás de superficiales proyectos de inclusiones fantasmales, maquillando las turbias prácticas que algunos ejercen para sobrevivir o imponerse en las calles, donde se imponen los que más violentamente golpean, con una de los peores manifestaciones de la miseria. 


Sin altruismo o mucho menos amor por los que caminan dominamos por la falta de libertades, esclavos de los desechos, siendo ellos mismos desechados por la miserable basura que sobra de la pobreza.


Despensas desabastecidas, cordones sueltos, pantalones reutilizados, camas compartidas, metros cuadrados sobreexplotados, basura acumulada, zapatillas en los cables, privacidad invadida, dieta alimenticia reducida y desvanecida de una genuina salud.


Fuegos artificiales que celebran la extensión de la miseria, ruidos que estallan en los brazos de las madres angustiadas, resguardos que tornan en verdaderos momentos del terror, donde los hogares carecen de quietud permanente.


Deslucidos los colores, jardines maltratados, bancas quebradas, calles agrietadas, veredas deformadas por el paso del tiempo; soluciones momentáneas que no aquietan las turbias corrientes que empujan a las miserias que abrazan forzadamente los que experimentan las pobrezas más siniestras de las sociedades, convivir con ellas es normal para los debilitados inquilinos de los suburbios expropiados por la despiadada miseria de los invisibilizados. 


Será convenientes mantener la miseria, generar la necesidad y explotar el hambre de los que gimen por una migaja o una incalculable gota de piedad. 


Quien no escucha, no valora la riqueza del buen sabor que contiene un noble consejo. La pobreza de pretender o presumir saber lo que no se entiende es una nefasta evidencia de la pobreza que conlleva de la necedad.


No es difícil encontrar en el pasado y en nuestro presente personas que se ven beneficiados de las miserias de los desvalidos, ellos utilizan sus dolientes vivencias para lucrar con los aplausos que obtienen de los receptores de las migajas sobrantes del festín de los oportunistas. 


Negar la realidad con escenografías, no podrá despegarse de la asfixiante escasez de los invisibilizados. Hacerles creer que todo se resume al dinero, es negarles la abundancia espiritual e intelectual del que piensa libremente, ¡cuánta riqueza se encuentra en ello!


Hay quienes son cada vez más pobres, privados de sus riquezas intelectuales y despojados de sus esperanzas. 

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