El navegante pintor
A navegar en el mar de los colores se arrima el pintor de ilusiones.
En las olas de las formas quiere reflexionar en el atardecer, donde logra contemplar los intensos y cálidos tonos que encienden la maquinaria que fabrica las composiciones.
En la bruma que se desprenden las tonalidades donde deja humedecer sus creatividades.
En los vientos que se forjan con los trazos se deja llevar sabiendo que en ellos encontrará las líneas que unirán sus piezas flotantes.
En las burbujas que se delinean con los pinceles flotará en el océano de las imágenes.
Sumergidos en las ideas que dan la inspiración a todo lo que sentimos, el fluir de los pensamientos que despiertan los momentos vívidos.
Tierra firme es la hoja que a lo lejos divisa, en un bote de papel se acerca a la orilla, sus lápices se arriman como buenos remos que juntos con sus diestras manos empujan a los márgenes de la isla del hacer.
Pintar es la ardua y amada tarea del pintor, quien se envuelve en las telas y se deja llevar por las olas de la felicidad, sosteniéndose de pinceles y brochas que lo mantienen el curso en las aguas.
Pincel, agua y paleta, triada que perfectamente cuaja con las pinturas de los acrílicos, óleos y pasteles, entre otros elementos que dócilmente colorean la hermosa obra de los oleajes en los telones del anochecer.
Observaciones que alimentan las proyecciones que logra visualizar en su nutritiva mente de navegador.
Lienzo que noblemente se convierte en el soporte de los sueños que navegan en los barcos infantiles, quietud, reposo y paz se encuentran en la profundidad.
Nadar en el oleaje de las texturas, contemplar la variación de los colores en las quietas aguas de la ilustración, mientras la luz se filtra en las ondas acuáticas, creando espejos que reflejan la belleza de lo creado.
Pescando estructuras en las profundidades de sus memorias, inhalando el oxígeno que requiere el cerebro para estimular sus ideas y configurar sus imaginaciones.
En un punto todo comienza, dejándose llevar por las líneas que en recta lenta o sorpresivamente toman una curva, el camino delimitado por el entramado del tiralíneas, que fielmente va marcando el trayecto de espacio configurado.
El punto abre, el punto cierra, las aguas no se aquietan, porque seguirán el curso trazado en la conjugación de los colores, tonos y sus variaciones.
Su mirada danza con las aves que junto a la fuerza del viento les permiten ir en pos de dulces y armoniosas melodías de la puesta sol; enamorando a todo aquel que entiende la virtud que vuelve virtuosismo al que se toma el tiempo de dejarse envolver por la majestuosa obra de los pigmentos de la naturaleza, los cuales delicadamente degradan sus notas en el cuadro de los cielos.
Captar el momento, interpretar lo observado, plasmar lo sentido, expresar lo vivido, comunicar sus conclusiones y enmarcar lo registrado.
Difuminar las penas, colorear las alegrías, bosquejar sus experiencias con sanguina al finalizar los días.
Una sonrisa que levemente refleja la enorme satisfacción de diseñar vínculos entre los fragmentos y lograr agruparlos en una pieza. Donde la desconstrucción toma sentido y perpetuidad en la formación de nuevas formas.
Flotar y cerrar los ojos como una señal de plena certeza de que la obra se ha finalizado.
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